martes, 22 de noviembre de 2011

¡Basta de historias!

El bicentenario de la independencia de varios países latinoamericanos ha desatado una oleada de necrofilia: varias naciones están literalmente desenterrando los restos de sus próceres de la independencia en medio de una creciente obsesión con el pasado.
¿Se trata de una manera saludable de promover el orgullo y la unidad nacional? ¿O esta obsesión con la historia --que se manifiesta en todos los órdenes, desde los últimos best-sellers hasta los debates en los programas periodísticos de televisión-- es algo que está distrayendo a los países de la urgente tarea de concentrarse en el futuro, para hacerse más competitivos y reducir la pobreza?
En las últimas semanas, varios jefes de Estado han presidido solemnes ceremonias de exhumación de los restos de los héroes de la independencia de sus países.
En Venezuela, el presidente Hugo Chávez paralizó el país para desenterrar los restos del libertador Simón Bolívar en una ceremonia televisada a nivel nacional, tras la cual anunció conmovido que había encontrado dentro del ataúd una bota y "la perfecta dentadura'' del prócer de la independencia.
La broma que circuló en círculos opositores venezolanos tras la trasmisión de la exhumación de los restos de Bolívar era que "Chávez no le mostró a Venezuela los restos de Bolívar, sino que le mostró a Bolívar los restos de Venezuela''.
Chávez ordenó la exhumación para investigar las causas de la muerte de Bolívar, que según el se habría producido "en circunstancias misteriosas'' y podría haber sido un asesinato perpetrado por "la oligarquía''. Bolívar murió el 17 de diciembre de 1830 en la ciudad colombiana de Santa Marta, y prácticamente todos los historiadores coinciden en que murió de tuberculosis.
Tras desenterrar los restos de Bolívar, el gobierno venezolano anunció el 29 de agosto que --como parte de la misma investigación-- se exhumarían los restos de dos hermanas de Bolívar. El vicepresidente Elías Jaua dijo que los médicos forenses extraerían un diente de cada una de las hermanas, para examinar su ADN y asegurarse que todos los restos de la familia Bolívar eran auténticos.
Chávez ha ido mas lejos que otros mandatarios en su obsesión con el pasado: le habla al país a diario ante una enorme imagen de Bolívar, utiliza escritos de Bolívar --por lo general sacados de contexto-- para justificar sus medidas de gobierno, ha pedido que se reemplacen los juguetes de Superman y Batman por muñecos de Bolívar, y hasta le ha cambiado el nombre al país por el de "República Bolívariana de Venezuela''.
Sin embargo, Chávez esta lejos de ser el único que esta desenterrando muertos.
* En México, el presidente Felipe Calderón encabezó recientemente un desfile militar en la Avenida de la Reforma de Ciudad de México, para trasladar las urnas de Miguel Hidalgo, José María Morelos y otros diez héroes de la independencia desde las tumbas en la que habían descansado desde 1925 hasta un laboratorio científico en el Museo Nacional de Historia

Un grupo de científicos examinarán los restos de los próceres y se asegurarán de que estén bien preservados, antes de trasladarlos al Palacio Nacional, "para que los mexicanos, todos, les brindemos homenaje en este año de la patria'', declaró Calderón.
* En América Central, varios presidentes se están disputando los restos del héroe de la independencia regional Francisco Morazán, que descansan en El Salvador. El año pasado, el ex presidente hondureño Manuel Zelaya le pidió a su homólogo salvadoreño que entregara los restos a Honduras, para ser sepultados en Tegucigalpa, la capital hondureña.
El Salvador rechazó la idea con indignación, mientras crecía la especulación de que también Costa Rica pediría los restos de Morazán. El problema es que el general Morazán nació en Honduras en 1792, fue ejecutado en 1842 en Costa Rica y, según su última voluntad, fue sepultado en El Salvador, explicaron los historiadores.
Según la prensa salvadoreña, los gobiernos de los tres países centroamericanos consideraron seriamente la posibilidad de prestarse mutuamente los restos de Morazán por períodos de varios meses. La propuesta --que algunos calificaron de turismo funerario-- suscitó intensas objeciones de intelectuales salvadoreños.
* En Ecuador, el presidente Rafael Correa ya había empleado buena parte de su tiempo al comienzo de su presidencia en una campaña nacional para trasladar los restos del héroe de la independencia Eloy Alfaro desde Guayaquil a un nuevo mausoleo que el presidente mandó a construir en la ciudad de Montecristi. Pero los descendientes de Alfaro objetaron el traslado, generando un debate nacional. Finalmente, se llegó a una decisión salomónica: parte de las cenizas de Alfaro permanecerían en Guayaquil, y la otra parte sería trasladada a Montecristi. "Esto acabará con los enfrentamientos'', anunció triunfalmente Correa.
* En Argentina, el ex presidente Néstor Kirchner había ordenado previamente el traslado de los restos del ex mandatario Juan Domingo Perón, quien murió en 1974, a un nuevo mausoleo a 45 kilómetros de Buenos Aires.
La caravana oficial que llevaba el ataúd con los restos de Perón terminó en un pandemonio cuando varias facciones peronistas se enfrentaron a golpes.
Muchos historiadores argumentan, con razón, que los países latinoamericanos son repúblicas jóvenes que necesitan consolidar su carácter nacional, y que celebrar su historia es una buena forma de hacerlo. Pero quizás muchos presidentes latinoamericanos están exagerado la nota, porque también es cierto que los escritos de los próceres del siglo XIX no siempre pueden ser usados textualmente para los programas de gobierno del siglo XXI.
Estamos viviendo en un mundo diferente. Bolívar murió en 1830. Eso fue 40 años antes de la invención del teléfono, y 150 años antes de la aparición de la internet.
Sin olvidar --ni dejar de homenajear-- a sus grandes hombres, los países latinoamericanos deberían mirar más lo que están haciendo China, India, y otras potencias emergentes que están totalmente concentradas en el futuro.
En vez de invertir tanto tiempo debatiendo sobre dónde deberían descansar sus próceres, los presidentes latinoamericanos deberían dedicar más tiempo a debatir por qué los jóvenes de sus países están entre los últimos lugares en los exámenes anuales internacionales PISA de matemáticas, ciencias y lenguaje; o por qué no hay ninguna universidad latinoamericana entre las 100 mejores del mundo del ranking del Suplemento de Educación Superior del Times de Londres; o por qué apenas el 2 por ciento de toda la inversión mundial en investigación y desarrollo va a Latinoamérica; o por qué según cifras de las Naciones Unidas la pequeña nación asiática de Corea del Sur registra 80,000 patentes anualmente en el resto del mundo, mientras que todos los países latinoamericanos juntos registran menos de 1,200.
Es hora de que Latinoamérica mire un poco menos hacia atrás, y un poco más hacia adelante. Y que sus presidentes cuenten menos historias, y se dediquen mas a mejorar la calidad de la educación, la ciencia y la tecnología

Mentes brillantes, pero desperdiciadas

Andrew Almazán, el joven mexicano de 16 años que acaba de recibir su diploma en psicología y que planea terminar la carrera de medicina a los 18 años, me dijo algo en una entrevista días atrás que yo no sabía: millones de adolescentes excepcionalmente talentosos de Latinoamérica están siendo expulsados de las escuela públicas por falta de programas para estudiantes superdotados.
En una entrevista desde Ciudad de México, Almazán me dijo que cuando estaba en la escuela primaria se aburría en el aula, y tuvo problemas con los maestros por cuestionar lo que éstos decían en clase.
Sus maestros lo consideraban un chico problemático, y le diagnosticaron el síndrome de déficit de atención, pese al hecho de que tenía un coeficiente intelectual de 163, más alto que el de Albert Einstein. En general, la Organización Mundial de la Salud y la mayoría de los psicólogos consideran que cualquiera que tenga un coeficiente mayor de 130 puntos es superdotado.
“A veces me mandaban a la dirección, porque decían que me insubordinaba a la autoridad de los maestros”, me dijo Almazán.
Cuando Almazán tenía 9 años, su padre —un médico cirujano— lo sacó del sistema escolar, y le proporcionó educación en su casa. El joven terminó la escuela secundaria a los 12 años, y empezó a estudiar psicología y medicina simultáneamente a esa edad.
Ahora está completando sus estudios de medicina, y paralelamente está realizando una investigación científica para una cura de la diabetes. Este mes tiene planeado presentar su trabajo de investigación en el Congreso Nacional de Ciencias Fisiológicas de México.
Citando las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, Almazán me dijo que alrededor de un 2.3 por ciento de la población de todos los países es superdotada, lo que significa que tan sólo en México hay unos 800,000 niños con algún tipo de sobrecapacidad intelectual.
“Pero aquí, en México, se pierde alrededor del 95 por ciento de ellos, porque no se los identifica a tiempo”, me dijo Almazán. “Estamos perdiendo esa capacidad intelectual, por una tendencia a la nivelación (hacia abajo) al promedio”.
Aparentemente, eso no ocurre tan sólo en México, sino en la mayoría de los países latinoamericanos.
En Argentina, donde otro joven excepcionalmente inteligente —Kouichi Cruz, de 14 anos, que está cursando tres títulos universitarios en la Universidad de Córdoba — ocupó los titulares hace pocas semanas, las escuelas públicas no ofrecen ningún trato especial a los estudiantes superdotados, según me dijo la directora de una fundación privada para los jóvenes superdotados.
“Al contrario, los expulsan psicológicamente, los golpean”, me dijo María del Carmen Maggio, presidenta de la Fundación Para la Evolución del Talento y la Creatividad de Argentina. “Tenemos el caso de un chico de 8 años que fue abofeteado por su maestra, tan fuerte que lo tiro al suelo”.
Los maestros no quieren tener que estudiar más para atender a los estudiantes dotados, y las autoridades no quieren aparecer dedicándoles más tiempo y atención a los de mayor talento, agregó

Al igual que la fundación de Maggio, que tiene alrededor de 30 estudiantes, hay varias instituciones privadas que dan atención especial a los superdotados en varios países de Latinoamérica, tales como las Escuelas Fontán en Colombia, y otras patrocinadas por la Fundación Edúcate en Ecuador, pero pocos sistemas escolares de la región tienen regulaciones especiales para la atención de los estudiantes superdotados, según dicen los expertos.
Eugenio Severin, un experto en educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en Washington, D.C., dice que contrariamente a lo que ocurre en Estados Unidos, Europa y varios países de Asia, donde las escuelas públicas proporcionan clases especiales para los estudiantes superdotados, “en los sistemas educativos latinoamericanos no hay experiencias sistemáticas de apoyo diferencial a los estudiantes talentosos”.
Mi opinión: Mientras China, India y otros países en rápido crecimiento han creado una meritocracia educativa, que recompensa a las mentes más brillantes, casi todos los países latinoamericanos tienen programas especiales para los niños con desventajas, pero no para los superdotados. En su elogiable afán por expandir la educación a los menos privilegiados y a los discapacitados, muchos países han caído en el extremo opuesto: desalientan los cuadros de honor o cualquier otro medio de identificar y darle atención especial a sus mentes más brillantes.
Al final de mi entrevista con Andrew Almazán, no pude evitar pensar qué hubiera sido de éste joven si su padre no hubiera sido un médico con los conocimientos y medios económicos para poder ofrecerle una educación en su casa. Probablemente Andrew hubiera sido uno de los tantos talentos excepcionales a los que se les diagnostica el Síndrome de Déficit de Atención, son expulsados de sus escuelas, y se convierten en uno más de los millones de talentos desperdiciados de la región

La ventaja de Steve Jobs

Un mensaje de Twittter de un seguidor español que recibí horas después de la muerte del fundador de Apple, Steve Jobs, me llamó la atención. El mensaje decía: “En España, Jobs no hubiera podido hacer nada, porque es ilegal iniciar un empresa en el garaje de tu casa, y nadie te hubiera dado un centavo”.
El comentario plantea algunas preguntas interesantes: por qué no hay más innovadores como Jobs —o el fundador de Microsoft Bill Gates, o el fundador de Facebook Mark Zuckerberg, o tantos otros— en otras partes del mundo, y si Estados Unidos seguirá siendo el centro tecnológico del planeta en momentos en que su influencia política, militar y económica está en disminución.
Jobs, que murió a los 56 años, estudió en una buena escuela secundaria en una zona de California repleta de compañías de alta tecnología, y co-fundó Apple en el garaje de su casa a los 20 años de edad. Diez años más tarde, tras recibir dinero de varios inversores, Apple valía 2 mil millones de dólares y tenía 4,000 empleados, y producia una larga lista de innovaciones que cambiarían el mundo, incluyendo la computadora Apple, el iPod, el iPhone y más recientemente el iPad.
En 1985, Jobs fue despedido de Apple en medio de una lucha de poder dentro de la empresa, e inició un período que más tarde describió como el más creativo de su vida. Fundó NeXT Computer con poco dinero, pero muy pronto el multimillonario Ross Perot hizo una importante inversión en su empresa, y cinco años más tarde produjo las primeras terminales informáticas NeXT.
A mediados de los años ochenta, Jobs compró también una empresa de computación gráfica y empezó a producir películas como Toy Story y otros filmes animados por computadora. Volvió a Apple en 1996, y lo que siguió es historia. A lo largo de su vida, registró 338 patentes de inventos propios o compartidos.
A juzgar por las estadísticas internacionales, mi corresponsal de Twitter puede estar en lo cierto al decir que Jobs hubiera tenido que ser muy paciente —y afortunado— para iniciar su empresa informática en España o en otros países.
Según el estudio del Banco Mundial “Haciendo Negocios, 2011”, en Estados Unidos se requieren 6 días y 6 procedimientos legales para iniciar una empresa, comparado con los 47 días y 10 procedimientos legales que se necesitan en España, 147 días y 17 procedimientos legales en Venezuela, 120 días y 15 procedimientos legales en Brasil, 26 días y 14 procedimientos legales en Argentina, y 9 días y 6 procedimientos legales en México.
En lo referido a la facilidad para obtener crédito e iniciar una empresa, Estados Unidos ocupa el sexto lugar en el mundo, Perú el puesto número 15, España y México el puesto 46, Argentina el 65, Chile el 72 y Venezuela el puesto 176, según el mismo informe.
Con respecto a la protección intelectual de las patentes —para impedir que otras personas roben una invención—, Estados Unidos ocupa el quinto lugar en el mundo, Perú el número 20, Chile el 28, México el 44, Brasil el 74, España el 93, Argentina el 109 y Venezuela el 179, según el estudio.

Aunque el informe del Banco Mundial no lo considera, otro factor importante en el caso de Jobs y otros tantos innovadores, es la tolerancia de la sociedad al fracaso individual. En muchos otros países, la carrera de Jobs hubiera terminado cuando fue despedido de Apple. Tanto sus pares profesionales como sus potenciales inversores lo hubieran considerado un fracasado, pero en la cultura de innovadores de Silicon Valley, muy pronto Jobs se reinventó y volvió al ruedo.
Mi opinión: Jobs pasará a la historia como un gran innovador, pero no coincido con los innumerables artículos que aparecieron después de su muerte, que lo describían como un genio único en su tipo. Estoy seguro de que existen otros Steve Jobs, Gates, o Zuckerbergs en potencia en muchos otros países, pero no se les permite dar rienda suelta a su talento creativo porque sus entornos no recompensan —y con frecuencia reprimen— la innovación.
En varios países europeos y en casi todos los latinoamericanos, Jobs hubiera sino uno de los tantos emprendedores frustrados que no pueden materializar sus invenciones, o uno más de los millones de pequeños empresarios que trabajan en la economía subterránea, sin poder producir nada masivamente. Y en el Estados Unidos de hoy, no sé si Jobs conseguiría la financiación necesaria para iniciar un nuevo emprendimiento.
Entonces, no hay que ver a Jobs exclusivamente como un fuera de serie. También hay que tener presente que su éxito se debió a la cultura de innovación de Silicon Valley, y preguntarse si nuestros países —incluyendo a Estados Unidos— están haciendo todo lo posible por ayudar a que sus mejores talentos puedan desarrollarse.


sábado, 19 de noviembre de 2011

¿Porqué Latinoamérica no ha producido un Bill Gates?

Una de las cosas que más me sorprendió durante una entrevista sobre el futuro de Latinoamérica que le hice al fundador de Microsoft, Bill Gates, fue su respuesta cuando le pregunté sobre lo
que debería hacer la región para convertirse en un centro de innovación tecnológica mundial, y pasar a ser un jugador de primera línea en la economía global.
“¿Por qué Latinoamérica no ha producido un Bill Gates?”, le pregunté, sólo a medias en broma.
“Usted, ¿se habría podido convertir en el innovador tecnológico de más éxito en el mundo, y en uno de los hombres más ricos del planeta, si es que hubiera nacido en Paraguay?”
Gates, quien estuvo en Miami como orador de la reunión anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se rió de mi pregunta. Luego, lo primero que mencionó fue la educación, especialmente la educación secundaria.
“En casi todos los lugares del mundo en que podría haber nacido, no habría tenido las increíbles oportunidades que tuve aquí: tuve una muy buena educación, y fui increíblemente afortunado en cuanto a las circunstancias que me tocaron. En la mayoría de los lugares, habría sido simplemente un mal agricultor. Nadie hubiera aprobado las cosas que he hecho”.
Gates, que abandonó sus estudios en Harvard para fundar Microsoft, dijo que, pese al rápido ascenso de India y China como usinas de ingenieros informáticos, EE.UU. sigue siendo, lejos, el país más innovador del mundo, y probablemente lo siga siendo en las próximas dos o tres décadas. Agregó que eso se debe, en parte, a la disposición de invertir en nuevos emprendimientos y a un eficaz sistema legal y de patentes, pero primordialmente ocurre gracias a las universidades del país, que, según dijo, siguen siendo “las mejores universidades del mundo”. Eso podría cambiar en el futuro, agregó. China e India están produciendo más ingenieros informáticos que Estados Unidos.
¿Qué deberían hacer los países latinoamericanos para competir de igual a igual con China e India, y estimular la investigación y el desarrollo tecnológico necesarios?
Gates dijo que lo primero sería mejorar la educación secundaria y, lo segundo, mejorar las universidades.
“En todos los países ricos, y también en Latinoamérica, el número de jóvenes que eligen dedicarse a la ciencia y la ingeniería es sorprendentemente bajo. Los niños en las escuelas deberían hacer proyectos divertidos. Por ejemplo, diseñar un pequeño submarino o un robot. Y entender que la ciencia es una herramienta para hacer lo que uno quiere hacer, y no un desierto que hay que cruzar para conseguir un buen empleo”
.
A nivel universitario, Gates dijo que China e India están intentando, con algún éxito, copiar algunas de las mejores prácticas del sistema universitario estadounidense, como la cultura del financiamiento gubernamental de proyectos de investigación; la tradición filantrópica en la que los ex alumnos les devuelven, por gratitud, fondos a las universidades; la estrecha relación entre las universidades y las empresas incipientes; y los incentivos a los profesores para que investiguen y desarrollen nuevos productos. Cuando le pregunté cuáles consideraba que eran los países de Latinoamérica más adelantados en innovaciones, los primeros que se le vinieron a la mente fueron Chile y Brasil, aunque luego señaló que México está haciendo “cosas impresionantes”, y que hay “algunas cosas nuevas buenas” en Argentina. “China e India van a cerrar gran parte de la brecha (que las separa de EE.UU.) en el curso de veinte o treinta años, y Latinoamérica debería estar en la misma jugada”, afirmó Bill Gates.
“Debería ser, en muchos aspectos, líder en muchas cosas específicas”. El hecho de que Gates dijera que Latinoamérica podría ponerse a la par de China e India en las próximas dos o tres décadas sugiere que es una posibilidad que toma en serio. Eso debería ser un motivo de esperanza, y un aliciente para que la región se convierta en uno de los centros emergentes de la tecnología mundial. “En todos los países ricos, y también en Latinoamérica, el número de jóvenes que eligen dedicarse a la ciencia y a la ingeniería es sorprendentemente bajo”
Fuente:Andrés Oppenheimer c,olumnista de The Miami Herald.